desde el blog de Manuel Delgado
Os recomiendo que entréis, no en la página, sino en el teatro por supuesto. La cosa la lleva Chimo Flores. Difícil no identificarse con él y con una tarea casi heroica de mantener un proyecto así
Lo que pasó después, cuando al final hubo intervenciones, es lo que me pasa siempre y no consigo evitar. Dado que una buena parte del público –y mis propios anfitriones-, seguro que hubo quien se lo tomó como una descalificación del trabajo honrado y creativo de grupos y personas que creen que el arte todavía puede ser un instrumento de agitación y propaganda política.
“Ya está”, me dije. Ya estamos otra vez con esa imposibilidad de expresar un escepticismo que lo más fácil es confundir con una llamada a la pasividad. Yo no puedo evitar se escéptico y mucho más con respecto al eventual papel del arte y los artistas, lo que se da en llamar artivismo y no puedo dejar de decir lo que pienso. Pero no consigo hacer entender que lo que yo pienso es que no es lo mismo que no haya nada que hacer que no haya que hacer nada.
Y todavía más grave. Me encuentro sistemáticamente que hay muchas personas que vienen a una charla mía con la perspectiva de encontrar y escuchar algo parecido a un discurso y no sé cómo decir que no tengo ningún discurso –en el sentido de una postulado coherente y de amplio espectro- y que no tengo ninguna pretensión de que nadie me tome como lo que no quiero ni puedo ser, que es un referente teórico o intelectual de nadie ni de nada. Me duele acabar siempre con la sensación de que quienes acuden a escuchar lo que digo acaben dándose cuenta de que en realidad no tengo nada importante que decir sobre la vida, el mundo o la sociedad en general.
Yo venía allí a compartir una reflexión y explicar unas experiencias, no a proponer una teoría general sobre la acción política y lo que se debe y se puede hacer. Sobre esos asuntos no tengo la menor idea. Es más, ya quisiera que alguien me explicara a mi que se puede y se debe hacer, porque no lo sé.
Fue después, a la puerta del teatro, que me di cuenta plenamente de la dimensión de la catástrofe. Allí me encontré con unas muchachas alguna de las cuales había intervenido al final para hacerme notar que me quedaba todo por decir, lo que en el fondo me pareció un elogio.
Resultó que eran la gente de un colectivo artístico que se llama Idea Destroying Muros y que justo actuaban al día siguiente en la sala con un trabajo titulado “Pornodrama”. No me pude quedar, pero he entrado en su blog y su página web y me he podido hacer una idea de las cosas que están haciendo.
Están en http://www.ideadestroyingmuros.info/ y http://ideadestroyingmuros.blogspot.com/
La foto de arriba corresponde a “Pornoterrorismo”, en el Teatro Padrillo de Madrid, en marzo de 2009.
Entonces me di cuenta hasta qué punto lo que pienso puede ser problemático, no porque se interprete mal, sino porque es difícil de entender y no digamos de compartir un defensa cínica de la implicación política. Está claro que no todo el mundo está predispuesto a complicarse la vida gravemente en causas en las que no cree en absoluto.
Hablando con estas chicas me iba dando cuenta de los peligros que entraña lo que pienso para alguien que no lo piense. Sinceramente, creo que, dejando de lado la dimensión creativa de su trabajo, lo que hacen es absoluta y completamente inútil en el plano político. En cambio, ¡las admiraba y las envidiaba tanto! Hubiera hecho cualquier cosa con tal de animarlas para que continuaran haciéndolo, no a pesar de ser inútil, sino justamente porque lo era. Eso era lo que las revestía de dignidad a mis ojos.
Me dio pena no poder quedarme a verlas, no sólo por ver lo que hacían, sino como señal de afecto y simpatía a ellas y a su trabajo. En cualquier caso, a ver si un día vienen por Barcelona y las invitamos a hacer algo en la Reina. Hablaré con Alba Pons, que las conoce.
Mientras tanto, me permito dedicarles uno de los poemas políticos de Brecht que refleja, mejor que mis palabras, lo que pienso sobre la relación entre lo que vale la pena hacer y lo que hay que hacer, que no son para nada la misma cosa.
Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender matemáticas?
¿Para qué? quisiera contestarle. De que dos pedazos de pan son más que uno
ya te darás cuenta.
Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender francés?
¿Para qué? quisiera contestarle. Esa nación se hunde.
Señálate la boca y la tripa con la mano,
que ya te entenderán.
Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender historia?
¿Para qué? quisiera contestarle. Aprende a esconder la cabeza en la tierra
y acaso te salves.
¡Sí, aprende matemáticas, le digo,
aprende francés, aprende historia!